No es fácil dar una definición simple y clara de liderazgo cristiano. Si recurrimos al Nuevo Testamento en procura de ayuda para elaborar un concepto bíblico sobre la cuestión nos vamos a encontrar con que la expresión ni siquiera aparece en sus páginas. No obstante, hay una infinidad de términos de significado muy rico que se aplican al concepto de liderazgo. Entre ellos, el término básico parece ser diakonía (servicio) y sus derivados, junto a muchos otros vocablos de carácter más secundario, pero igualmente valiosos para llegar a un concepto bíblico.
Es interesante tener en cuenta que el ochenta y cinco por ciento de estos vocablos que se refieren al liderazgo y el ministerio cristianos se encuentran en las epístolas paulinas. En verdad, fuera de los escritos de Pablo no hay un mayor desarrollo sobre la cuestión del liderazgo y el ministerio en el Nuevo Testamento. Y de todos sus escritos, la epístola a los Efesios parece ser el material más importante. Por otro lado, a lo largo de los siglos de testimonio cristiano ha habido numerosos intentos de clasificar, catalogar, ordenar a los líderes cristianos y sus ministerios en la iglesia.
Algunos términos nos resultan hoy sumamente inadecuados y rechazables. Debemos descartar como definitivamente impropios vocablos como “clero” y “laicos”, creyentes “llamados” o “no llamados”, y líderes “ordenados” y “no ordenados”. Ninguna de estas categorías es bíblica.
En el Nuevo Testamento hay tres llamados de Dios al ser humano. El primero es el llamado a la salvación, el segundo es el llamado a la santificación y el tercero es el llamado al servicio, y todo creyente ha experimentado y vive estos tres llamados sin excepción. Se ha procurado clasificar al liderazgo cristiano según el carácter del servicio o ministerio que presta. Algunos hablan de un ministerio especializado en oposición a un ministerio general. Otros distinguen entre un ministerio oficial y un ministerio común. Cada una de estas expresiones no carece de limitaciones y a veces se prestan a confusiones. Hay quienes prefieren distinguir entre el ministerio de la palabra y el ministerio de las mesas o la administración en la congregación. Otros mencionan a líderes que funcionan como equipadores de los miembros de la congregación, mientras otros creyentes son los equipados para el ministerio. No faltan quienes todavía utilizan expresiones tan inadecuadas como un “ministerio apartado” y un “ministerio no apartado”.
La doctrina bíblica del sacerdocio universal de todos los creyentes, que aparece por primera vez en la primera carta de Pablo a los Corintios, debe ser el principio guiador para la elaboración de nuestro concepto de liderazgo cristiano. De igual modo, la idea de que el Señor ha dado a la iglesia a algunos hermanos para que sirvan “para capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio”, que aparece por primera vez en la carta a los Efesios (Ef. 4.11, 12), es de valor para ampliar el concepto de liderazgo y ministerio. Las epístolas pastorales representan el desarrollo de una estructura de liderazgo más elaborada y compleja, que de ningún modo es uniforme ni estanca.
Los que sorprende del testimonio paulino es la riqueza con que se presenta al liderazgo cristiano y los ministerios en los que se desempeña. El pasaje clave para ver esto es 1 Corintios 12.1-7. Allí, el apóstol habla de diversos dones, de diversas maneras de servir y de diversas funciones (vv. 4-6). No obstante, cabe recordar aquí que el énfasis de Pablo no está tanto en la diversidad de liderazgos en la iglesia sino en su unidad esencial. La iglesia es el cuerpo de Cristo y la característica primordial de un cuerpo sano es que cada una de sus partes lleva a cabo su propia función para el bien de todo el cuerpo.
Pero unidad no significa uniformidad y es por esto que en el cuerpo de Cristo hay diversidad de líderes, de capacidades y de ministerios. De todos modos, todos estos elementos diversos tienen una misma fuente, el Espíritu Santo, y un mismo fin, la edificación de la iglesia. Todos los líderes, cualesquiera sean sus dones (charismata), ministerios o servicios (diakonía), funciones u operaciones (energemata) son meros instrumentos en las manos de Dios. Los dones espirituales resultan en distintos ministerios, que muestran, a su vez, la operación o funcionamiento del poder divino.
A su vez, es evidente que Pablo eleva los pensamientos de los corintios al sublime concepto dela obra única del Dios trino en la iglesia, aun cuando se manifieste en una diversidad de operaciones. Dios el Padre obra conjuntamente con Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo a fin de movilizar como instrumentos apropiados a hombres y mujeres rendidos a su señorío, para el logro de sus propósitos eternos. |